lunes, 11 de julio de 2011

La Danza de la Lluvia


Finalmente, aquí estamos otra vez. Creyendo ser hombres para descubrir que seguimos siendo niños. Descubriendo que declararse íntegros y dueños de nuestra identidad no es otra cosa que fingir seguir siendo quiénes éramos ayer. No podemos pretender que lo único que cambie sea perder un poco de vista o necesitar cambiar la ropa vieja. No se puede llevar la misma chaqueta para siempre.
Solo las tormentas en mar abierto levantan olas que nadie puede ver. Solo las nubes en el pecho, desatan nudos que nadie puede deshacer. Solo los relámpagos del pasado iluminan páramos que no describe ningún mapa, y sus rugidos poderosos despiertan la ilusión por una nueva batalla.
Necesitamos que llueva. Necesitamos que nuestros sentidos se inunden y la faz de la tierra se arrase para descubrirla como nunca antes la hubiéramos imaginado. Aprenderás a nadar si el maldito viejo de la barca no te escogió a ti también. Y no necesitarás más, la chaqueta de siempre.
Es fácil sentirse contra las cuerdas cuando llueve con fuerza. Es fácil distraerse con tanta gente empujando en el metro y no darse cuenta de lo obvio. Nunca se pierde suficiente para ser libre. Es pues, la posesión misma lo que hipoteca nuestro futuro. Ahora, es momento de guardar las palabras en una caja de zapatos e invocar un concurso de acreedores.
Llueve con fuerza: y es el mejor día para salir a hacer girar de nuevo el mundo.