martes, 1 de febrero de 2011

Hombre Hueco


Las calles se enroscaban en caracolas imposibles frente a Ícaro, y vagaba zapateando dando tumbos de muro a muro, intentando sostenerse en pie a la vez que huía de su propia mente quebrada en dos.
Su vida se tambaleaba ahora al son de los cristales rotos dentro de su cabeza, y observar el camino no ayudaba: al levantar su frente perlada de sudor, encontró el cielo devorado por cientos de nubarrones en movimiento, parecidos a gusanos que se zampan un pedazo de carne. No, el cielo estaba vivo ahora en la mente de Ícaro, y podía sentir como sufría mientras era engullido. Y apuntaban hacia él, testigos indiferentes del crimen, lo que debían ser edificios altos de cristal y concreto, pero que tenían el aspecto de ciclópeas lápidas de cemento. Imposible, mas era lo que veían sus ojos.
Buscó un referente sin dejar de huir de las encrespadas verdades de Madame Lempicka, y al intentar reconocer el nombre al menos de las calles que cruzaba como una bala rebotada, solo encontraba epitafios colgados en las esquinas de los cruces de calle.
El pánico se hacía con él sin resistencia y su respiración era cada vez más entrecortada y desesperada. Gélida y seca, entraba y salía rasgando su pecho como una lima. Y el miedo le llevaba a buscar auxilio en alguna avenida transitada, pero en lugar de ello, al cruzar cada esquina se encontraba con otra calle estrecha, cada vez más angostas, y cada vez eran más las que ofrecían una suerte de callejones sin salida.
Ebrio de delirio, sentía estallar su cabeza en formas y colores desconocidos que casi podía ver en una lámina translúcida frente a sus ojos.
Y entonces, el terror le vencía más aún cuando veía sus manos hundirse en las paredes como si fueran reflejos en estanques verticales. Nada a su alrededor era ya real, igual que toda su vida pasada, como Madame Lempicka le había demostrado.
Su vista se fue nublando cuando era más que difícil saber dónde tenía los pies, y dónde puñeteramente se encontraba el suelo. Y por fin el delirio se lo tragó antes que su fata morgana. Y navegó sin rumbo en el vacío hasta el fondo de lo inconsciente.

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